Bellas palabras

Dime con quién andas y te diré quién eres…

Mi madre siempre acudía a este refrán cuando quería apartarme de alguien que no era de su agrado. Las madres suelen ser portadoras excepcionales de todos los prejuicios que subyacen en su contexto cultural, por lo tanto se convierten en fervientes defensoras de las “leyes” que según su parecer esconden los refranes, y conocen perfectamente el momento exacto en que deben acudir a alguno para socavar el ánimo o las intenciones de algún hijo, familiar o amigo de la familia.

Los refranes constituyen una paremia que dibuja muy bien los prejuicios sociales. Su cualidad de erigirse en una sentencia le otorga el poder de estar cargado de virtud o sabiduría y por lo tanto son susceptibles de ser aceptados como verdades absolutas e incuestionables. Usualmente, la mayoría de los refranes esconden algún tipo de prejuicio o son excluyentes. Desconocemos el contexto que ha dado lugar a cada refrán, no obstante, desde la perspectiva semántica, en el refrán “Dime con quién andas y te diré quién eres” se expresa una verdad a medias.

Los iguales, los que tienen gustos similares, o los que practican actividades comunes, asumen una actitud que los identifica. Pero más allá de tener gustos similares o coincidir en algunas preferencias, juzgarnos por estar en compañía de alguien que evidentemente no es del agrado de quien emite el juicio, indica que puede haber una intencionalidad de control, dominio o manipulación. Es importante preservar el refranero popular como un valor cultural, sin embargo, más importante aún conocer la carga de prejuicios que subyacen en estas sentencias para no verlas como verdades absolutas.

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